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viernes, 27 de diciembre de 2013

Yo lo que quiero es no tener que perder

Todo eso de las ausencias lo llevo fatal. Sigo sin entender -y mira que me lo han intentado explicar, por activa y por pasiva- por qué un día nos despertamos y lo que conocemos ya no está. 

Para ganar tenemos que perder. Eso es lo que me responden. Mentira. Yo quiero ganar sin perder, mantenerme como hoy. Hoy, mañana y dentro de una semana. Perdemos algo, y ganamos el vacío que deja. 

Y olé tus cojones. Te quedas más ancho que largo. 



Yo no soy de esas que se conforman con la explicación básica. 1 + 1 pueden ser algo más que 2, y sino que se lo digan a Fran Perea, que ya nos intentó convencer... Y, ¿quién te lo iba a decir, Fran? Que harías una serie con un final memorable por su ridiculez y que conseguirías que me planteara por qué 1 y 1 no son 2. 

En esta vida estamos hechos para sumar. No para que nos resten. Nos casamos, sumamos. Tenemos hijos, sumamos. Nietos, sumamos todavía más. Y de repente, a alguien le da por pensar que ya hay suficientes como tú y que es momento de cambiar los esquemas. 

Y van, y te restan. Te quitan algo o te quitan de alguien. Y lo que no se dan cuenta es que te están sumando un vacío terriblemente cruel, porque ni Fran Perea con sus canciones, ni todo el turrón del mundo, ni todas las películas de Solo en Casa, pueden llenar.


Y a la mierda con las sumas, las restas y hasta las divisiones logarítmicas, que ni siquiera sé si existen, pero discúlpenme, soy de letras. 

No podemos vivir alejados del mundo. Y eso tiene un alto precio. Que sí, que conoces gente, que hay gente que se va y otra que se queda, que de repente aparece más gente y afloran los sentimientos y por un segundo piensas en la ausencia de cualquiera de esas personas y lo ves tan imposible como que lluevan cerdos. Pero un día el avión que transportaba toda la ganadería porcina europea sufre un colapso y ricas patas de jamón caen a diestro y siniestro. Y pierdes. 



Y así de fácil. Pierdes y te dicen que sigas adelante, que la vida sigue y que tienes que pasar página. Pues oiga usted, no me da la gana. Quiero quedarme en la página en la que estaba antes de que llovieran cerdos y me quitaran lo que nunca pensé que me quitarían. Y me quiero quedar aquí hasta el final de los tiempos y amén. 

Pero no, amiguitos. La vida está hecha para vivirla, y pase lo que pase tienes que vivir. Esas son las normas. Ni meterte en la cama a las seis de la tarde para intentar que el edredón se lleve el dolor, ni llorar hasta rozar la deshidratación, ni gritar, ni patalear. La vida te suma y después te resta.


Y ahí estás tú, mirando al infinito, buscando un horizonte donde todo tenga un sentido y con un cráter en tu interior con el que tendrás que vivir el resto de tu existencia, hasta que seas tú el que deje ese vacío. 

Y así es como debemos vivir. Sabiendo que lo que hoy está es bastante probable que mañana no esté. Atando lazos para que se rompan después. 

Pues a mí no me da la real gana. Lo que quiero lo quiero siempre. Y ese es mi propósito para el 2014: ganar sin tener que perder.