lunes, 14 de octubre de 2013

Declaración de intenciones


Copiando a Neruda, yo también puedo escribir los versos más tristes esta noche, puedo escribir que le quiero, que mi estado de humor depende de su sonrisa y que sus palabras bien son puñales o pueden convertirse en leves caricias. 

Sus manos son mejor sensación que las sábanas frías y me gusta su boca tanto como despertarme tarde. Puedo imitar a Salem diciendo que por verle feliz me marcharía, pero que para hacerle feliz permanezco, pero sería una mentira, como otras tantas que se dicen. 



Soy demasiado egoísta como para irme de su lado y dejar que otra persona ocupe un lugar que únicamente a mí me pertenece. Soy egoísta y me enorgullezco, no quiero que nadie más que yo acaricie los rizos que terminan en su nuca, ni sienta sus manos grandes sobre su cuerpo. Soy egoísta y lo digo porque así lo siento. 

Podría pasarme horas hablando de su cuerpo, de su sonrisa burlona de niño pequeño, de su nariz torcida por un golpe del destino y de sus ojos oscuros. 



Sus ojos no son nada del otro mundo, aunque proceden de otro planeta. Su mirada me mata y por ella mataría. No hay nada de diferente que le haga tan especial, pero es por Él por quien despierto y con Él vuelvo a soñar. 

La peor sensación es sentir el vacío que deja cuando se va, y el mejor sonido del mundo es escucharle llegar, en un coche grande para que quepa todo Él, delgadito con el corazón de elefante. 

Con un "adiós princesa" se despide, dejándome en la ventana, esperando que vuelva a pasar y, en algún momento, no vuelva a irse jamás. 

Soy egoísta y le quiero solo para mí. Le secuestraría. A él, a su perro, a sus camisetas blancas y a sus vaqueros rotos. Todo él. Lo dijo Benedetti, yo lo leo y lo releo y solo pienso en Él. Porque Él existe donde quiera pero existe mejor donde le quiero.



jueves, 10 de octubre de 2013

When we were young

Cuando éramos pequeños nos hablaron de los sueños, de lo fácil que sería ser feliz si los persigues hasta alcanzarlos. Nos contaron que la palabra imposible no existe y que para los ingleses sí es posible. Nos trataron como niños cuando quisimos dejar de serlo y nos convirtieron en adultos cuando todavía nos sentíamos niños. Transformaron nuestra infancia en una conexión constante. Nos prohibieron meter los dedos en los enchufes pero nos obligaron a vivir enchufados


Nos obligaron a vaciar el plato porque hay niños que se mueren de hambre pero nos convencieron de que la belleza está en no comer. Nos emborracharon de historias para ahogarnos en la resaca del día después. Nos dijeron que los príncipes azules existen pero los escondieron debajo de las piedras. Nos enseñaron que sin amor no se puede vivir y que mejor solos que mal acompañados. Nos dieron coches rápidos pero nos obligaron a parar en cada semáforo. 


Nos dejaron dormir hasta tarde para despertarnos a gritos. Nos convencieron de que la vida son dos días y que la muerte es una forma más de estar vivo. Nos rompieron la cara y lo justificaron diciendo que el tiempo cura todas las heridas. Nos enseñaron que todo pasa por algo y que lo que no pasa, también es por algo. Nos dieron cariño para quitárnoslo después. 


Nos vendieron promesas y nos dieron guantazos. Nos robaron el alma para luego venderlo al mejor postor. Nos obligaron a creer que el fin justifica los medios y que el egoísmo es la mejor de las virtudes.

Nos forzaron a dormir ocho horas pero nos quitaron horas de sueño. Nos preguntaron qué queríamos y no nos dieron nada. Nos enseñaron a andar y nos subieron a unos tacones. Admiraron nuestra belleza pero nos cubrieron de maquillaje. 


Nos leyeron cartas de amor que no eran para nosotros. Nos vendieron la moto y nos estafaron a dos ruedas. Pintaron corazones y los tacharon con permanente. Nos hablaron del para siempre y añadieron un nunca. Nos contaron que crecer sería divertido y nos cargaron de trabajo. Nos aburrieron con historias sobre lo que podríamos ser y nunca seríamos. Nos construyeron alas para cortarlas más tarde. 


Nos enseñaron a hablar pero prohibieron nuestra voz. Nos lloraron en vida y nos sonrieron en muerte. Nos mandaron flores con aroma a remordimiento. Escribieron mensajes y los llenaron de mentiras. Nos prometieron la luna, pero nos ocultaron parte. Nos olvidaron y nos obligaron a recordarles. 


Eso sí, si no lo hacemos nosotros antes.