viernes, 22 de noviembre de 2013

Romeo y Julieta sí son de este planeta

Ya no se escriben cartas de amor. Ni se mandan ni se piensan. Ni siquiera se escribe nada. Nos hemos emoticonizado. Nos hemos olvidado de las palabras, de lo bonito que es un te quiero escrito sobre papel, y lo hemos sustituido por un bichejo amarillo con corazones en vez de ojos. Muy romántico no es. 

Ya no decimos lo que sentimos, preferimos tirar de emoticono y allá el otro con la interpretación. ¡Uy como te confundas y en vez de un corazón pongas una caca con ojos! 

Eso no es vida, señores. Los sentimientos hay que sentirlos primero y transmitirlos después. Como hacían antes. No sé si nos hemos olvidado de sentir o de transmitir. Espero que sea lo segundo. 

Ahora las cartas solo se escriben y se reciben cuando uno de los dos viste de verde camuflaje y se encuentra en territorio hostil. O, en su defecto, si se llama John.




De igual forma, antes los amores molaban más. 

Si os fijáis en los grandes amores de la historia, todos acaban en tragedia: Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Lennon y Yoko Ono, Jack y Rose, Cleopatra y Marco Antonio, Noa y Alli, Kiko Rivera y Jessica Bueno... Ni siquiera Humphrey Bogart e Ingrid Bergman acabaron bien. Ella se fue y él se quedó ahí, plantado, mirando como la mujer de su vida se marchaba. Una tragedia. 

Los grandes amores acaban en tragedia. Vale. Entendido. Si quieres vivir una gran historia de amor, vívela, pero nada ni nadie te aseguran un final feliz. Eso sí, te vas a encontrar con un final de película, pero de Hollywood, no de Disney. 

¿O no?



Quiero hablaros de una pareja, de mi pareja favorita. Mi tragedia favorita. Su historia bien podría estar nominada al Óscar a mejor guión, mejor interpretación masculina y hasta mejor banda sonora. Todo el pack. 

Pero no.

Ellos son reales. Reales como la vida misma, como la pantalla que tienes ante ti y como tú mismo. Quizá más. ¿Sabes? Siempre fueron mi pareja preferida. Eran de esos que discutir les veía siempre, y besarse más bien poco. Pero preferían antes el "contigo" que el "sin ti". 


Quienes les conocen dicen que es la historia interminable. Pase lo que pase siguen ahí. Y a mí, de verdad, que me tiene alucinada. Empezaron mal, desconfiando el uno del otro, con gritos y whatsapps de esos infernales que deberían estar censurados. Pero se quieren... ¡Válgame Dios si estos dos se quieren! 

¿Sabéis cuando ves a dos personas mirarse de tal forma que parece que no existe nada a su alrededor? Sí no lo sabéis es porque todavía no les conocéis. Eso está claro.



Yo les conocí una noche de verano. 

Ella era de esas tías listas que canta en el coche a todo tren y que sabe más por lo que ha visto que por lo que ha vivido. Él había visto mundo, un mundo que luego pondría a sus pies. Desde Kenia hasta San Francisco. Ella era un ángel, un sol, y todas las cosas buenas que se podrían ser. Él, lo que tenía de bueno lo tenía de loco. Era una locura de las buenas, de las que achispan la vida y sazonan el alma. 

Él se conocía todos sus pijamas, pero no por dormir con ella, sino por visitarla en mitad de la noche. Ella sabía como hacerle feliz. Y cuánto más feliz era él, más feliz era ella. Se miraban como nunca he visto a nadie mirarse. Tenían la seguridad de saber que ninguno de ellos soltaría la mano del otro. Complicidad absoluta.



Les pregunté una vez cuáles eran sus planes. No supieron responderme. Simplemente se miraron, sonrieron y callaron. En ese momento entendí que el futuro no importaba, mientras que estuvieran juntos. Por algo dicen eso de que para Adán, el paraíso era donde estuviera Eva. 

Él sí escribía cartas. Y ellas sí las leía. Las guardaba en la mesilla de noche, dentro de un sobre con su nombre. Cuando le pregunté por qué ahí, me dijo que lo que guardamos en la mesilla nos identifica. 

No sé dónde estarán ahora ni qué estarán haciendo. Ser felices, espero. Tampoco sé hasta dónde llegarán, si se casarán, tendrán hijos, nietos y tumba compartida. Lo que sí sé es que vivir una tragedia así merece la pena. 



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Por ti, todo

Me gusta la idea de no madrugar. Te permite acostarte tarde, lo que significa quedarte hasta las mil haciendo todo tipo de cosas no productivas. Yo aprovecho mis horas de no-sueño para ponerme al día con Breaking Bad o volver a tragarme todas las películas de mi disco duro. Ayer noche fue el turno de "Notting Hill".


"Y no olvides que solo soy una chica delante de un chico pidiendo que la quiera". ¡WOW! Siempre me pone la piel de gallina. Pero no sólo eso. En aquella escena Roberts es la que toma el paso, ella toma la iniciativa. Porque le quiere. Punto. Sin más. 

Da qué pensar. Tras comentárselo a mis amigas y en pleno proceso de investigación, llegué a la conclusión de todo lo que hacemos nosotras por Ellos. Sea en la fase conquista o en fases posteriores, nosotras cuando queremos, queremos bien, sin barreras ni conjunciones adversativas, sin límites. 



Ojo! No estoy sacando mi vena feminista, ni diciendo que Ellos quieran peor, o que directamente no quieran. No. Creo que atrás quedó todo aquello de que sean Ellos los que den el primer paso y todos los restantes. ¡Porrrr favor! Serán hombres, pero también son humanos. 

Necesitan tener la seguridad de que sus esfuerzos tienen su fruto. Como en "Notting Hill". Grant tiene miedo. Está cagao. Ha sufrido y no quiere sufrir más. ¿A cuántos conocéis con el corazón partio, como diría Alejandro Sanz? Yo, a varios.



Ellos también se cierran dentro de su propio mundo interior. Y cuando eso ocurre solo aquellas que lleven el distintivo de Ella podrán sacarles. 

Querer no es cosa fácil. Tiene sus riesgos. Pero igual que los tiene para nosotras, los tiene para Ellos. Tal vez las normas sociales dicten que sea el género masculino el que dé el primer paso. Pero, ¿por qué no podemos nosotras iniciar el juego? Ya no sólo iniciarlo, sino continuarlo. Ellos no moverán ficha si ven que nosotras ni siquiera hemos tirado el dado. De eso no hay ninguna duda. 

Abogo por el movimiento femenino. Por que hagamos lo que nos plazca. ¿De qué sirve mostrar una cara de nosotras mismas que no existe? Tarde o temprano lo van a descubrir. 



Tal vez Ellos no lloren a moco tendido delante de una película de Julia Roberts, Ryan Gosling o Harrison Ford, con una tarrina de las grandes de Ben and Jerrys. Pero también sufren, también sienten como las paredes de su cuarto se estrechan. Aunque su técnica de desahogo sea más violenta, también lo necesitan. 

Cógele la mano aunque no te lo pida. Regálale flores aunque pienses que eso es cosa nuestra. Llámale al despertar. Y abrázale cuando tenga un mal día. Lo necesitará. 





Yo quiero que me quieras a tu manera
aunque lo digas poco y lo sientas todo el tiempo
aunque nunca me escribas un poema
(Carlos Salem)