miércoles, 18 de noviembre de 2015

Para encontrarse, primero hay que perderse

Dice Eduardo Galeano: "En los extravíos nos esperan hallazgos, porque es preciso perderse para volver a encontrarse". Y eso es lo que me ha pasado. He perdido el rumbo, la dirección, la luz del faro, el norte y el sur. Me he perdido a mí misma y te he perdido a ti. 

Creo que de las malas decisiones salen los caminos correctos. O por lo menos me consuelo pensándolo. Y en esas estoy ahora, volviendo a ti después de irme. Aunque, si te soy sincera, nunca me fui del todo. 

Podría enumerarte todo lo que quiero -y que antes no sabía que quería- pero todo se resume en que quiero volver a contar estrellas, a contar latidos; quiero volver a verte y quererte. Y quiero todo lo que tenga que ver contigo, cueste lo que cueste. 


Quizá soy demasiado niña, pero estoy sufriendo como esa adulta que siempre has querido que fuera, aunque ese dolor no me pertenezca. No tengo derecho a ello, pero no me doy por vencida. Porque la vida te empuja, te golpea, te pone la zancadilla pero al final no se trata de cuántas veces te caes, sino de cuántas te levantas. Y, por Dios te digo que ese eres tú, mi estabilidad, mi equilibrio, mi punto de inflexión. Eres el límite de todo, mi diferencia entre el bien y el mal, el que me ayuda a ser quien quiero ser, la mejor versión de mí misma. 

Y no recuerdo en qué punto del camino perdí el rumbo. 


Dicen que el que avisa no es traidor, y yo voy a ir hasta el final del mundo contigo. Te aviso. Por ti rozo el horizonte con estas manos que -pecando de ñoña- sueñan con volver a acariciarte, porque no sirven para otra cosa.

Vuelve. Vuelve, por favor, que yo nunca me fui del todo.


Porque ahora que he probado la vida sin ti; prefiero todo lo demás contigo. Dice Marwan que 'todos mis futuros son contigo', pues yo estoy en ese punto. Mis días son un continuo pasar de horas, sin ningún tipo de aliciente, sin nada que lo haga diferente, sin salsa, sin pan, sin ti. 

He buscado más allá lo que solo tenía contigoY ahora no quiero otra cosa que no sea oírte respirar. Y aquí, tras los acordes de la guitarra de Paco de Lucía, sigo esperándote, sigo esperándonos. 



A Lucía.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Yo también te he estado esperando

Mientras te espero, pienso en todas aquellas cosas que podría estar haciendo. Podría ver una película, escribir un libro, ordenar el armario, o simplemente pensar en qué puto motivo me lleva a seguir esperándote. 

Es extraño eso de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo estoy, como dice Escandar Algeet, tropezando una y otra vez con la piedra hasta que la beso como un adicto. Porque no hay peor droga que tenerte, ni peor resaca que cuando no estás. 

Y así pasan las horas, esperándote. Quiero verte aparecer con tu sonrisa de lo siento y tu mirada de cuando me levanto con el pie izquierdo nada me sale derecho. Pero sé que esta noche no habrá sonrisas, ni miradas. Por no haber, no habrá ni palabras. Como si alguien me hubiera otorgado el don de la premonición, sé perfectamente que mi noche no va a ser fácil. 

Es lo que tiene la espera, supongo. Me dormiré a duras penas, cuando ya no sea hoy, sino mañana. Me despertaré a las tres, a las cuatro, a las cinco, y quizá consiga dormir dos horas seguidas antes de que suene el despertador y la realidad me sacuda y la presión del pecho me haga recordar que me he pasado la noche esperándote y que tras largos mensajes, algunos cortos, varias llamadas sin respuesta y conversaciones eternas con el contestador, sigues desaparecido en combate.

Un combate que he creado yo pero que tú no has parado

Y sigo indagando en todo lo que podría hacer mientras te espero. Y lo único con algo de sentido que roza mi mente es esto: escribirte algo que no vas a leer (como los 20 mensajes que tienes en la bandeja de entrada). 

Creo que ya es momento que te diga que he perdido la cabeza, que me he tomado demasiado en serio aquello que 'solo las locas aman con locura'. Creo que ya voy por la llamada número 100 y el buzón sigue escupiéndome las mismas palabras, ¿es que no se cansa?



La que desde luego no se cansa de esperarte soy yo. Y debería dejarlo estar, dejar que el amor le gane la batalla al orgullo, que regreses sonriendo porque verme enfadada es uno de tus pasatiempos. Pero, ¿no me ves? Sigo esperando. Esperando que ocurra algo que me saque de este trance. 

Creo que el dolor siempre debería estar justificado. No deberíamos sufrir por nada, y aquí estoy yo, sufriendo por todo. Por lo menos soy capaz de parir estas palabras, y créeme cuando te digo que no creo que salga nada más que esto. Ya ni lágrimas me brotan. 

Creo que hasta ellas están esperándote.